Mucha
gente descarta las cosas que nos traen alegría porque no reparan en ellas, no
las tienen programadas en su horario, o porque su rigidez les impide romper
su rutina. Un día pensé en esas mujeres que estaban cenando antes de que se
hundiera el Titanic, esforzándose por no comer postre para guardar la línea.
No sabían que iba a ser su última cena. Y me di cuenta que hay que ser más
flexible... También reflexioné mucho sobre la relación con mi hermana. No
puedo contar las innumerables de veces que la llamé para comer. “¿Almorzamos
en una media hora?”, y ella balbuceaba: “ojalá me hubieras llamado ayer; la
ropa está en la lavadora: tengo el pelo sucio; he desayunado muy tarde y no
me apetece comer”. Otras veces me daba su excusa favorita: “No puedo, es
lunes y he comenzado el régimen”.
Murió hace un año. Nunca comimos juntas. Llegue a la conclusión de que estamos abarrotando nuestra vida,
tendemos a programarlo todo. Sólo vamos a visitar a nuestros abuelos cuando
hemos enseñado a nuestros hijos a ir al cuarto de baño, no nos permitimos
invitar a nuestros amigos hasta que tenemos la casa reformada, o no nos vamos
de segunda luna de miel hasta que los ‘niños’ abandonan la universidad... La vida se acelera cuando nos acercamos a la vejez, y nuestra lista de promesas por cumplir es cada vez más larga. Sin embargo, por la mañana, al despertar, todo lo que decimos es: “Voy a hacerlo”, “lo estoy planeando” y “algún día lo haré”. Por suerte, hay gente que nos anima y nos trasmite su entusiasmo
por vivir; deberíamos acercarnos más a esas personas. Por ejemplo yo tengo
una amiga fantástica. Si la llamas, está siempre abierta a la aventura y
dispuesta a viajar. Siempre tiene la mente preparada para enfrentarse a
nuevos retos. Su entusiasmo por la vida es contagioso. Cuando hablo con ella,
aunque sean sólo cinco minutos, ya estoy dispuesta a calzarme unos patines o
a saltar de un puente atada a un arnés. De ella he aprendido a
aprovechar el día con ganas, a hacer lo que realmente deseo, no una tarea de
la lista de ‘las cosas que debería hacer’. Ella me dice: “Si te dijeran que
vas a morir muy pronto y sólo pudieses hacer una llamada de teléfono, ¿A
quién llamarías y que dirías? Entonces. ¿a qué estás esperando?”. Cuando te preocupas constantemente y siempre tienes prisas por
llegar, conviertes tu existencia en un regalo tirado a la basura, sin
abrir... la vida no es una carrera. Tómatela con más calma. Escucha la música
antes de que la canción termine. La vida puede que no sea la fiesta que hubiésemos querido celebrar, pero mientras estemos en el mundo, bailemos. |